miércoles, 20 de junio de 2012

GRACIAS

6 años, 2.190 días, 52.560 horas, 3.153.600 minutos, 189.216.000 segundos… Y parece que fue ayer aquel día que, con paso temeroso, entré en un aula lleno de personas y sillas en la que se podía respirar la tensión, inocencia, nerviosismo, hambre de mundo, ilusión… Un centenar de caras nuevas que poco a poco fueron dejando de ser tan desconocidas para formar, algunas de ellas, un hueco especial en mi vida. Puse mis pies en la estancia y me dirigí a sentarme tal y como había entrado, solo. No fue una soledad muy prolongada pues enseguida se sentaron a mi lado mis futuras, o ya presentes, compañeras.


Recuerdo perfectamente ese día, es de esas cosas que nunca olvidas; como tu primera vez, la primera grieta en el corazón o la primera lágrima de felicidad… siempre primeras veces, parece que solo el comienzo de las cosas nos marca (o el final, pero todo final es un comienzo). Pero durante estos años ha habido más momentos que me han marcado, muchos han encontrado refugios en mi memoria que no puedo encontrar, pero otros están muy presentes, cada día y hacen que pueda sentirme orgulloso de haber entrado solo a aquella sala…

Hemos reído, discutido, hablado de multitud de temas (la mayoría banales. Y aquí he de reconocer que más de una vez no os he escuchado…), llorado, viajado, compartido miradas, caricias, confesado lo más íntimo… Hemos compartido no solo tiempo lectivo sino tiempo de vida, de la buena. Hemos creado una familia, con todos sus miembros que, como toda familia que se precie, no pueden ser sino dinámicos... Me habéis tratado como uno más, o una más, según el día... Me habéis hecho sentir especial en multitud de ocasiones. Habéis tirado de mi cuando más lo he necesitado… No tengo palabras para definir lo que siento… Os habéis convertido en algo más que compañeras, amigas.. Os habéis convertido en mi familia, mi vida.

domingo, 10 de junio de 2012

Vacío

270ºC bajo cero, masas de más de 6.000.000.000.000.000.000.000.000 (seis cuatrillones) kg, explosiones estelares, enormes bolas de fuego a millones de grados de temperatura, nebulosas, constelaciones, asteroides errantes, agujeros negros…. vacio… Debe ser impresionante estar en el espacio y poder disfrutar de semejante espectáculo, pero el vacío es el precio que hay que pagar. Un vacío más grande de lo que podamos imaginar desde nuestra perspectiva terrestre. Estar rodeado de tanta maravilla y sentirse solo, eso es el espacio, el universo… y, como tal, la vida.

Vagamos solos por el mundo interaccionando azarosamente con el cosmos, como un asteroide que colisiona con un planeta creando un cráter capaz de acabar con lo más hermoso, la vida. Crecemos como una estrella que se convierte en gigante roja a medida que consume su helio para acabar siendo una enana blanca que cae en el olvido. Nos vemos atraídos por agujeros negros que, como cántico de sirena, nos llevan inexorables a la penumbra de su ser. Y es que no hay tanta diferencia entre la tierra y el espacio, quizá porque uno habita en el otro (tal y como ocurre con la vida humana y la mente, aunque eso es otro tema).

Pero como en el espacio, la vida está llena de nebulosas, constelaciones, galaxias… de una belleza extrema que, a pesar del vacío que nos separa, merece la pena ver, añorar, sentir, disfrutar. Debemos caminar con los ojos bien abiertos, fijos en cada detalle que nos rodea, porque donde menos lo esperamos podemos encontrar una de estas maravillas. En una flor, una nube, un aroma, un paisaje, una melodía, un roedor inerte, una sonrisa… un amanecer, una amistad, una mirada, una persona especial que nos haga sentir únicos….

En la vida, como en el espacio, abunda el vacío, la oscuridad, el frío… Podemos perdernos y vagar en una dirección sin saber a dónde nos dirigimos ni por qué. Pero allá donde vayamos, sea voluntariamente o atraídos por el destino, debemos disfrutar del camino porque no hay forma de retroceder en el tiempo, de cambiar lo pasado por mucho que lo deseemos… pero sí de crear nuestro propio sino. Somos dueños del futuro, fruto de nuestros actos y defectos, errores y aciertos que nos acompañan a lo largo de nuestra existencia. Segundos que marcan para siempre, para bien o para mal…. Instantes que lejos de ser inanes son los pilares sobre los que nos erguimos, henchidos, orgullosos, fatuos….

Vive, siente, ama, llora, disfruta, escucha, acaricia, admira… Absorbe cada detalle, cada segundo, cada fragmento de cosmos que consideres bello. Imprégnate de galaxias, nebulosas, constelaciones y llena ese vacío, que nos rodea, de vida. No dejes que la oscuridad te oculte el universo. Por muy arduo que sea el camino, por muy difícil que parezca ser feliz, siempre habrá un motivo para sonreír. Porque en la vida, como en el espacio, el vacío puede parecer eterno si no vemos más allá de nuestros miedos. Porque no hay nada mas hermoso que tu sonrisa, capaz de iluminar el más oscuro de los abismos...

sábado, 2 de junio de 2012

Presente imperfecto

"El presente es efímero, según lo estamos pronunciando deja de existir convirtiéndose en pasado...."
¿Cómo puede ser que algo en lo que estamos, pensamos, somos, sentimos, reímos, amamos... Cómo puede ser tan volátil? ¿Cómo puede ser tan grande y a la vez tan inane? ¿Qué clase de falacia científica era aquella?... Segundos después se dió media vuelta y, arropándose con la sábana hasta el cuello como cuando era niño, se quedó dormido. Era su forma de pensar, en sueños era capaz de ver cosas que el mundo real jamás le hubiera mostrado.

Despertó con una sonrisa de oreja a oreja. "Claro, la ciencia no puede ser falaz, no debe." El presente tal y como lo conocemos no es más que varias entidades diferentes. Tres exactamente que el denominó:
1. Presente inmediato: segundo, milisegundo, micronésima de segundo, etc. en la que somos, estamos. Se correspondería con un fotograma de una película.
2. Presente remoto: abarcaría un periodo de tiempo más amplio que se correspondería con una acción concreta. Diríamos que es como una escena de una película.
3. Presente relativo: este es el mas abstracto de los tres y quizá en un futuro deba desdoblarse. Aquí incluiríamos un periodo de tiempo más grande, aunque no necesariamente, que tenga un contexto común. Se correspondería con la totalidad de la película.

Ahora sí, todo tenía sentido. Podía estar, pensar, ser, sentir, reir, amar... sin miedo a que todo se desvaneciese de un momento a otro.