jueves, 2 de febrero de 2012

Loco por vivir


¿Os imagináis ser incapaces de dejar la mente en blanco? ¿ver cambiar constantemente de forma figuras estáticas? ¿ser consciente de miles de pensamientos simultáneos pero verlos desaparecer al concentrar sus detalles? Así vivía él. Inmerso en un mundo ficticio que nada tenía que ver con su realidad, la verdad absoluta. En su cabeza se fraguaban las más verosímiles teorías y fundamentos de los que se compone el universo, la vida. Se hartaba de criticar las invenciones humanas que, intentando dar una explicación a cuanto nos rodea, no hacen más que limitarnos en la búsqueda de la verdad. Para él todo era más sencillo de lo que parece, tan solo tenemos que observar y ser coherentes que lo que vemos. 

                "Imaginemos un bombo con cien mil bolas en las que hay escritas números del uno al cien mil. La probabilidad de que salga uno en concreto es de cero coma cero, cero, cero, cero, uno (0,00001). Al igual que en las loterías podríamos decir que de cada cien mil concursos ganaríamos uno, y lo diríamos no muy convencidos de que llegase a pasar así, pues aunque se hiciesen los nombrados concursos en cada uno de ellos tendríamos la misma probabilidad de ganar. Sin embargo siempre sale un número con una probabilidad de cero coma cero, cero, cero, cero, uno (0,001%). Cuando se tratan de algo bueno como en este caso simplemente lo atribuimos a la suerte o no le damos importancia, pero cuando acontece una desgracia tan improbable no podemos asumir que sea cuestión de suerte, hay que buscar un culpable ya sea en este o en otro mundo."

Estaba convencido de que el mundo se compone de porcentajes, de probabilidades de que ocurran o no cosas (Esto no excluye el "esto pasa siempre" o "esto nunca sucede" porque el cero y el cien son también porcentajes presentes en la vida). Para muchos esto era fácilmente asumible, ciegos por los falsos límites de la realidad pensando que esto era aplicable al mundo en general pero no al ser humano. En efecto, el ser humano también es parte del mundo y, por tanto, se compone de porcentajes. Sin embargo no aceptamos esta realidad porque nos deja en un lugar pasivo ante el mundo, sin control, a la deriva en un mar de números que nos lleva al hado. Por ello etiquetamos desde lo  ínfimo (genotipos, receptores moleculares…) hasta lo superior (tipos de personalidad, poblaciones..). Pero no somos conscientes de que estas etiquetas son totalmente contrarias a la realidad, impiden que tengamos conocimiento del mundo de forma objetiva. 

                "Al hablarnos de alguien simpático, amable, eliminamos de nuestra cabeza las etiquetas opuestas como rudo o grosero, y viceversa. Nos chirría que un gobierno de izquierdas priorice a los empresarios frente al proletariado. Si pensamos en un discapacitado no lo imaginamos realizando un empleo. Nos cuesta creer que dos objetos con masas muy diferentes lleguen al suelo a la vez si son soltados desde la misma altura. No podemos perder la perspectiva, no podemos  olvidar que todo cuanto conocemos es y existe independientemente del ser humano, no podemos dejar que las etiquetas que hemos creado para conocer mejor el mundo se conviertan en dogma pues ni siquiera el mundo es tal y como lo conocemos. Los sentidos nos dan una interpretación del mundo, pero jamás podremos percibirlo en su verdadera naturaleza. Nuestro espectro de visión va desde cuatrocientos a setecientos nanómetros de longitud de onda, ¿quiere esto decir que lo que este fuera de esos límites no existe?. "

Así era él, pragmático, parco en palabras pero de pensamiento verborreico, amante de la realidad, de la esencia de la vida. Muchos decían que estaba loco, pero eso no es más que una etiqueta.