martes, 12 de mayo de 2009

Un día cualquiera

Suena el despertador. Son las ocho menos cuarto. El sol aún duerme pero yo debo levantarme. Como todas las mañanas lo primero que hago es darme una ducha con agua bien caliente, tanto que el vapor me impide ver mas allá de mi brazo. Salgo con el cuerpo totalmente rojo por el calor, me visto y voy a desayunar. En el armario un bote de colacao, una caja de cereales y varios paquetes de galletas. Hoy toca cereales, con leche fría. Bajo a la calle, por las escaleras siempre, dando saltos entre piso y piso. En el portal una mujer limpia con esmero la puerta de la calle, "Buenos días". Nunca pierde la sonrisa. Cruzo la calle y entro por una puerta verde a lo que podría ser una guarida subterránea de algún superhéroe. Bajo tres plantas y tras cien metros, ahí esta mi coche. Le doy los buenos días a mis compañeros de viaje, arranco, enciendo el mp3 y pongo rumbo a la facultad.

Hay poco tráfico esta mañana por lo que llego en apenas veinte minutos. Los coches están aparcados por todas partes, hasta en los pasos de cebra. Yo, como siempre, dejo el coche en el parking. Cojo mi mochila y empiezo a andar, con un poco de pereza, hacia la facultad. Tan solo tengo que cruzar una calle para llegar. En la calle no hay gente, tan solo coches y silencio. Miro el móvil y me cercioro de que hay clase. Es martes, no hay fiesta, no entiendo nada.

Entro en el edificio y nada más entrar un desagradable olor me golpea con fuerza. Casi me tira al suelo. Tampoco veo a nadie dentro, tan solo puedo intuir un sonido como de un grifo abierto que no para de gotear. Sigo el ruido con la sudadera puesta en la nariz a modo de filtro. Parece que viene de la biblioteca. El olor se intensifica y ahora puedo oír varios grifos gotear. Por debajo de la puerta sale un liquido rosáceo, ¿qué está pasando?. Entro y descubro que lo que sonaban no eran grifos, toda la biblioteca estaba inundada. La gente parecía indiferente ante la situación. El líquido rosado recubría toda la superficie de la amplia sala, bajaba por las escalera, por las barandillas (ese era el goteo que escuchaba)... estaba por todas partes.

Más tarde comprendí lo que había sucedido. Aquel líquido no era otra cosa más que cerebros derretidos.