domingo, 27 de mayo de 2012

Miradas perdidas

Era temprano, aunque hacía horas que había amanecido para él era aún pronto para abrir los ojos. La noche anterior la pasó a solas con el insomnio, curioso compañero que te acompaña cuando menos lo deseas y te deja tirado en las situaciones que más lo añoras. Pero aquella noche quería estar con él, compartir miles de pensamientos que rondaban su cabeza. Preguntas que no podía resolver por sí mismo y le estaban consumiendo día a día. Os preguntareis qué era tan importante para desear al insomnio, aunque a veces no hace falta más motivo que no querer estar solo para tenerle a tu lado…



Hacía tiempo de aquello, no sé si debo contarlo pero es la única forma de que le comprendáis. Quizá unas semanas o meses; el tiempo desde entonces no volvió a ser constante. Se fue a dar un paseo por uno de sus lugares "mágicos", eran los sitios en los que alguna vez en su vida había sentido magia en su interior, lugares cargados de energía, emociones, risas, llantos, miradas, sombreros, caricias, silencios, amor… mucho amor. Aquello se había convertido en un ritual que le daba vida de alguna manera, respiraba cada detalle que flotaba en el ambiente, porque todos debemos saber que el olfato es el único sentido que llega a nuestro cerebro limpio, sin pasar por ningún filtro y conecta directamente con nuestras emociones y recuerdos (Podría hablaros de amígdalas, tálamos y sistemas límbicos pero quizá en otra ocasión).


Aquel día se encontró con algo que jamás había creído posible, notó que el corazón le latía con fuerza, sentía una especie de embriaguez ante tal descubrimiento. Ahí estaban, ante él, después de tanto tiempo… No los había vuelto a ver desde aquel día en que, rodeados de ciencia, todo terminó; al menos no de esa manera salvo en sueños, claro. Tardó unos segundos que parecieron horas en recomponerse y analizar esos ojos. Ya lo había hecho en otras ocasiones y siempre encontraba diferencias. Eran azules, azules como el mar que refleja el cielo, aunque yo siempre creí que el cielo era un reflejo de sus ojos. Tenían tantos tonos de azul que iban desde los más oscuros en la periferia formando un halo protector para los más claritos que armonizaban en el interior del iris hasta la pupila. Esto el ojo izquierdo, el derecho era otro mundo…


Fue consciente entonces de lo que estaba viendo, era una mirada, una mirada perdida del pasado. ¿Cuánto tiempo llevaba perdida? Por el amor y admiración que emanaba de ellos supo que era una de las primeras miradas que se perdió en aquel parque en el que pensaban en no pensar. Respiró fuerte, tanto como pudo para absorber aquella mirada y guardarla en lo más profundo de su alma. Notó como penetraba en su ser, como se inundaba de magia. Pero, ¿Qué hacer con una mirada perdida? ¿Podría quedarsela? ¿Quería devolverla? El resto de la historia ya lo conoceis.

sábado, 5 de mayo de 2012

Anima est

Tenía sensación de vértigo, un nudo en el estómago como si alguien o algo le estuviese oprimiendo las entrañas. Sentía otra vez aquella presión en el pecho que desde los ocho años le acompañaba casi a diario. Se sentó entonces al piano para intentar convertir aquella desagradable sensación en música y así liberarse de ella pero no consiguió más que aumentar su angustia. Era como si sus manos también fueran presa de la presión a la que estaba siendo sometido su cuerpo, agitado, encerrado en un vórtice que superaba sus conocimientos científicos acerca de los sentimientos.

Le venían "flashbacks" de tiempos pasados aparentemente cercanos pero no podía recordar nada con claridad. Su mente, taquipsíquica, era como una cascada que te empapa de agua sin ser consciente de cada una de las gotas que tocan tu piel. Impotente, como en un sueño cuando quieres correr y no te responden las piernas, o quieres gritar pero tu voz es inaudible; vagaba de un lado a otro de la estancia intentando llegar a ninguna parte, agotando las pocas energías que le quedaban quizá con la esperanza de desfallecer exhausto y lograr así un descanso.

Sentía un dolor intenso que emanaba de las meninges y le recorría la columna cocentrándose en su estómago en forma de punzones lacerando sus vísceras. Un hormigueo invadía sus miembros perdiendo toda sensibilidad que quedase en ellos. Apenas podía ver más allá de sus narices pues todo le daba vueltas y no era capaz de fijar la vista sin aumentar el inmenso dolor que parecía estar a punto de reventarle la cabeza desde dentro.

De pronto empezó a recordar y su angustia fue in crescendo, el corazón latía fuera de su pecho, desbocado, rompiéndose a cada latido, dosificando por todo su cuerpo una droga letal que poco a poco había ido acumulando en el órgano del alma. Su rostro, fue adquiriendo aquellas facciones que sólo el pánico es capaz de recrear. Era el final, nada podía hacer por prolongar su desazón; y, sólo en ese momento, se sintió en paz, tranquilo, inmóvil, muerto.