viernes, 7 de noviembre de 2014

Cae la noche



Cae la noche y con ella el telón que cubre con recelo los más oscuros pensamientos. Las estrellas, tímidas, se asoman por la ventana nostálgicas de tantas noches en vela. Sentado al piano, acompañado únicamente de miles de recuerdos que helaban su alma, sus manos comenzaron a hablar… Recordaron aquella piel que se fundía entre sus dedos, el aroma que  embriagaba sus emociones cada noche, el calor del aliento sobre su cuello, un alma que le abrazaba… Hablaban de encuentros furtivos, de silencios ensordecedores, verdugos desarmados jugando a ser Eros; un beso apasionado, una mirada clavada en la pared, tantos deseos reprimidos...  Las palabras fueron tornando excusas, disculpas, envolviendo la sala con su sonoridad, ruegos, llantos, tan desgarradores que parecían inaudibles, lamentos, reproches, rabia... hasta convertirse en un grito. Un grito desesperado pidiendo ayuda, un grito ahogado por el silencio que le responde, un grito que le anudaba la garganta dejándole sin respirar…

domingo, 12 de octubre de 2014

Juego de Eros

Juego de Eros, capricho de dos
Tú, anhelo de llamas
que devoran mi piel
ahora encogida, fría...
Yo, haz de sentimientos
que lidian y divergen
de la razón, mi ser...
Juego de Eros, capricho de dos
Palabras calladas
buscando tu sonrisa,
deseo latente
que hiela mis entrañas.
Cristales de miedo
que aislan al alma,
dardo certero,
verdugo sincero.
Juego de Eros, capricho de dos
Tu cuerpo y el mío
danzando en la oscuridad
entre palabras cómplices,
susurros de locura...
Aromas que impregnan
mi cama con tu recuerdo
camuflando con caricias
en la noche la amargura.
Juego de Eros, capricho de dos...

sábado, 16 de agosto de 2014

La última lágrima



Jueves, 8:14 de la tarde, un día cualquiera de Agosto. Sentado sobre el césped a la sombra de un castaño cerraba el libro que le había acompañado las últimas semanas mientras una lágrima recorría su cara. No era la primera lágrima del día, ni tampoco sería la última. Pasaba los días vagando sin rumbo, buscando lugares que él llamaba “mágicos”… (Me parece interesante explicar este punto. Estos lugares “mágicos” no son lugares cualesquiera, aunque cualquier lugar podría ser candidato a ello. Me explico, son lugares en los que él percibía ciertas sensaciones, emociones, sentimientos, olores que le marcaban por dentro de alguna manera… Zonas en las que evadir su mente, sentir sin pensar, disfrutar de su soledad… Cualquier lugar adquiría esta categoría si así se lo hacía sentir, aunque había sitios en los que el pasado quedaba impregnado de tal manera que automáticamente se convertían en “mágicos”).
                En su cabeza miles de pensamientos recorrían cada uno de sus circuitos a velocidades vertiginosas siendo imposible ser consciente de ellos. Cerraba los ojos intentando concentrarse en aquellas imágenes, palabras, conceptos… pero no conseguía sino que fueran aún más rápido haciéndole incluso perder el equilibrio. Su mente, su mejor aliada en ciertos momentos, era ahora su cárcel, su castigo. Ni siquiera su fiel compañero, el piano, conseguía hacerle expresar lo que llevaba dentro. Se refugiaba en aquellos “mágicos” lugares entre páginas de historias ajenas intentando mimetizarse con los personajes, hacer suyo su dolor y, quizá así, compartir o incluso ahogar el suyo propio.
                El sol, rayano el horizonte, teñía de rojo el cielo apenas cubierto por unas cuantas nubes (cirrocúmulos para ser más exactos). Con el libro en la mano, deambulaba parsimonioso por el parque observando sin mirar el paisaje que le rodeaba; una ardilla que trepaba ráuda a un árbol, una flor que apuraba los últimos rayos que el gran astro ofrecía, una pareja que se devoraba con la mirada, una hoja mecida por el viento que danzaba suavemente… Capturaba cada detalle de aquello con la intención de que apartase de su cabeza lo que más le atormentaba, su propio ser. Anduvo impasible durante un tiempo que se le hizo eterno (quizá diez minutos, quizá dos horas) hasta que sus ojos se posaron en una persona.  Se trataba de una niña de ojos azules, casi tanto como el cielo. Era pequeña, quizá tuviera 3 ó 4 años, pero sus rasgos no le eran indiferentes. A su lado, una mujer la miraba con casi tanto amor como otrora le había mirado a él… Entonces el tiempo pareció detenerse, incluso retroceder. Sus labios se elevaron dibujando una sonrisa al encuentro de la última lágrima que derramaran sus ojos.

viernes, 20 de junio de 2014

Potencia

Valoramos las cosas de manera injusta, basándonos en describir lo que son, en hacer un corte transversal de la realidad emitiendo un juicio sin lugar a réplica. Partiendo de que la realidad no es más que una concepción subjetiva del mundo (pues sabemos que nuestros sentidos interpretan el mundo en vez de mostrarlo tal y como realmente es) no debería ser válido cualquier juicio tangencial en el tiempo y/o espacio.

Recordando los conceptos de "acto" y "potencia" según Aristóteles nos encontramos con que el acto sería "el ser actual, la realidad del ser". Esta descripción sería análoga al juicio transversal que realizamos a menudo. Una visión sesgada emocionalmente de aquello que percibimos. Por otro lado, potencia sería "el poder para ejercer una transformación en un objeto o disposición para llegar a ser algo". Aquí se añade un componente dinámico, el tiempo. Pues no somos sino materia en movimiento en constante cambio.

La idea de potencia permite hacer juicios con una perspectiva más amplia alejándonos en la línea temporal. De esta forma, una semilla no sería simplemente un compuesto orgánico con forma determinada y propiedades físicas tales como peso, volumen, masa, longitud, etc. (Acto); sino, un árbol en potencia. Se que muchos podréis decir "es lógico esperar que de una semilla pueda salir un árbol (o el correspondiente vegetal del qué procediese aquella)". Pero no es tan obvio que un salix alba (Sauce blanco) sea en potencia un conocido fármaco antiagregante, analgésico, antipirético y antiinflamatorio (en efecto, estoy hablando del ácido 2-(acetiloxil)-benzoico o ácido acetilsalicilico, más conocido como aspirina).

¿Podemos juzgar entonces a una persona que padece ELA (esclerosis lateral amiotrófica) como un ser dependiente y degenerativo condenado a morir por fallo respiratorio o por una pneumonía derivada de la propia enfermedad, o debemos ver un astrofísico en potencia? No debemos emitir juicios tangenciales  basándonos en una imagen, acto, palabra, una sensación, una mirada, uno o mil besos... No podemos juzgar a las personas por lo que creemos que son o por simplemente sus actos... Pero más importante es no juzgarnos a nosotros mismos por aquello que creemos ser, limitando nuestras posibilidades. Pues en todos reside esa potencia, esa capacidad para ser lo que aún no somos pero que sólo depende de nuestra voluntad serlo. No te dejes amedrentar, no te rindas, quiérete más que nada y lucha por aquello que deseas.

sábado, 10 de mayo de 2014

MIEDO



No recordaba cuándo fue la primera vez que sintió miedo… parecía que toda su vida hubiera estado controlada por aquella absurda sensación. ¿Absurda? Desde luego no es útil (al menos no a día de hoy; tendríamos que remontarnos varios miles de años atrás en el tiempo y eso se escapa de estas líneas...), pero denominarla de esa manera le hacía sentirse aún peor consigo mismo. 

         Muchos creeréis que el miedo es aquello que se siente cuando paseas por una calle oscura en un barrio “conflictivo”, o cuando duermes solo en casa tras ver una película de miedo. Quizá penséis que el miedo es saltar desde un avión a dos mil metros de altura, o verse perseguido por un toro por las calles de una ciudad… Es difícil sentir aquello que nunca hemos sentido y más aún lo que no comprendemos.

Para él el miedo era mucho más que eso. Una prisión invisible en la que día a día vivía pensando en la forma de escapar sin saber que él mismo construía las paredes con sus pensamientos... El miedo era enfrentarse a un “buenos días”, era tener que pedir la cuenta en un bar, salir a la calle solo, decir a esa persona cuánto la quería… Para él el miedo estaba en cada instante de su vida, en cada palabra pronunciada o simplemente imaginada, en cada mirada evitada, en cada deseo truncado… Un abrazo, un halago, una mirada, un reproche, una sonrisa, una llamada, un “espera”… todo era sustituido por MIEDO.

Era tarde para arrepentimientos, para reproches vacíos. Se preguntaba si no hubiera sido posible haber evitado tantos años de sufrimiento en su existencia, pero el miedo a la muerte le condenó a la vida…